300 mil lecturas
- Nesa Serna
- 26 ago 2023
- 5 Min. de lectura
¡Hola! A modo de celebración de que Tempestad alcanzó las 300 mil lecturas en Booknet, vengo a dejarles un pedacito de una escena inédita que verán cuando el libro esté en físico.
Contexto: Santiago ha llegado a la base militar y le hicieron una cena de bienvenida en el restaurante más lujoso de una ciudad vecina. En esa cena, se discuten algunas cosas estipulándose que Vicenta será su mano derecha ya que es capitana primera.
La cabeza me quiere explotar de tanto que hablan, pero me aguanto y aporto algunos conocimientos básicos ya que, según mi tío, seré su mano derecha en esto pues cada coronel en la base tiene su capitana asignada.
—¿Con qué maldito derecho me quitan a mi capitana para asignársela a este intruso? —brama Esteban, su descontento mirándose en sus rasgos.
—Vicenta es hermana de Santiago, Esteban —riñe mi tío, pero el grito de Cindy lo frena.
—¡¿Qué ha dicho, general Venegas?!
—Vicenta y Santiago son hermanos —repite el general de división—, por ende, nadie está más apta para hacerlo entrar en confianza mientras se acostumbra al ejército mexicano.
—Pues no lo acepto —acota mi marido, tomándome de la cintura para acercarme a él—. La capitana Ferrer se queda conmigo y no es discutible.
—No me hagas usar mi rango para ordenarte, hijo —inquiere mi tío, pero Esteban suelta a reír.
—No me tú hagas usar el poder que me da mi apellido para detenerte, Venegas —sisea el coronel Morgado, mirándolo con hostilidad—. Hay más capitanes que pueden ayudar a Cárdenas, por ejemplo, está Falcón, Kozcuoğlu y Villaseñor.
—Pues no estoy de acuerdo —habla Santiago al fin, logrando que mi corazón se exalte ante el tono golpeado que está usando—. No pretendo tener a soldados que ni conozco a mi lado.
—¿Y crees conocer a tu hermana cuando la abandonaste por ocho largos años, Cárdenas?
—Esteban, cállate, por favor —gruño hastiada de su comportamiento, mirándolo con furia, sintiendo mis ojos arder porque no tiene que recordarme que estuve tantos años sin saber de Santiago—. Si los generales creen que estoy mejor al lado del coronel Cárdenas, así será.
—He dicho que no. Tú te quedas conmigo.
—Ella se queda conmigo, Morgado —ataca mi hermano, poniéndose de pie y logrando que Esteban haga lo mismo. El corazón se me exalta al encontrarme en medio de ambos hombres.
—No te vas a quedar con mi esposa —gruñe mi marido en tono bajo y amenazante que empiezo a sudar—. Escoge a uno de los tres capitanes que nombré y acabemos con esta mierda.
—No escogeré ni verga porque a la capitana que deseo, y a la cual me han asignado, está aquí frente a mí.
Entonces su mano cae encima de mi hombro como un ancla lo hace en medio del mar para afianzar el bote y es tanta mi sorpresa que no registro el momento en que mi esposo pretende alejar la mano de mi hermano de mi hombro pues, cuando menos lo espero, estoy de pie, pegada al pecho de Santiago con su mano enrollada en mi cintura.
—Suelta a mi mujer —brama Esteban, empujando las sillas fuera de su lugar para acercarse, más Santiago me esconde tras su cuerpo de modo que enfrenta a mi esposo sin titubear.
—¿O qué?
Dicha contestación es la gota que derrama el vaso porque Esteban se le avienta encima a puñetazos que lo hacen caer encima de la mesa, destrozándola. Los gritos de las personas, sobre todo, de mi cuñada y su madre, inundan el lujoso restaurante junto al sonido de utensilios siendo rotos en mil pedacitos.
Román, Adrián y Aurelio intentan detener a los coroneles, pero ambos están demasiado sumidos en la pelea que nadie logra separarlos.
Verlos a ambos peleando dispara mi pulso y respiración porque no quiero que Santiago salga dañado por mi culpa.
—¡Ya basta! —logro gritar, tomando a Esteban del brazo para que se detenga pues está estrangulando a mi hermano—. ¡Esteban, para!
—¡Quítate! —me grita, logrando empujarme lejos y, si no es porque mi tío me atrapa, ahorita estaría en el suelo.
Me aparto de mi tío para volver a intentar separarlos, pero otra vez soy empujada, aunque de una forma algo espantosa que muta los quejidos y gruñidos por nanosegundos.
El codo de mi esposo impacta accidentalmente contra mi frente junto a un empujón de su cuerpo y el golpe es tan duro que salgo arrojada a la mesa continua donde caigo al tiempo que esta se rompe.
Mis ojos se abren en horror cuando percibo cristales en mis nalgas junto a un zumbido insoportable en mi oreja.
Lo que sucede a continuación me deja helada.
Santiago derriba a Esteban al suelo y ahí se le encarama en el tórax para soltarle mortales golpes que empiezan a llenarle la cara de sangre. Noto como mi hermano toma uno de los tenedores que encuentra e intenta clavárselo en la cara, pero el rubio lo esquiva, algo que no sirve de nada porque el coronel Cárdenas apunta a su pecho y es ahí donde inicia el desastre. Le clava el tenedor no una, ni dos, ni tres veces, sino muchas más que pierdo la cuenta después de veinte.
Los gritos de horror de Gema y Cindy se alzan cuando empiezan a ver como la playera blanca que porta Esteban bajo su saco, se torna tan roja que su color se pierde por completo.
El general brigadier taclea a Santiago haciendo que este se vaya al suelo y el tenedor que tenía en su mano sale disparado en otra dirección. Mi tío busca apaciguar a mi hermano junto a su mejor amigo mientras Román habla a la ambulancia mientras las rubias socorren a mi esposo quien está inmóvil.
El terror se me dispara en el cuerpo al no verlo ni respirar. A cómo puedo me levanto y gateo hasta él mirando el charco de sangre que lo está empapando.
—Esteban… —logro musitar, el fondo de mis ojos ardiendo cuando no debería—. Esteban despierta…
Pero no lo hace. Mi esposo no abre sus ojos jade y eso tiene a una voz en mi cabeza gritando de una forma que me nubla la vista porque va a reventarme los tímpanos.
«¡Está muerto por tu culpa, maldita zorra!», grita Sirey, rasgando las barreras mentales que he mejorado desde la vez que apareció tras de mí en Rusia. Sus rasguños y golpes me hacen tomarme la cabeza entre las manos porque duele demasiado.
Alguien me toma de la cintura para alejarme de mi esposo mientras un grito puja por escaparse de mi boca, no por él, sino por el dolor mental que estoy atravesando.
—Llévenlo al hospital militar —a lo lejos escucho la voz de Román quien se dirige hacia mi hermano para abofetearlo—. ¡¿Para esto querías venirte de intercambio?! ¡¿Para lastimar a mi primogénito?!
Santiago no responde, en cambio, le suelta un empujón y se acerca hacía mí para tomarme de la muñeca, sacándome de este lugar el cual quedó irreconocible.
Vane Cada Día Más Enamorada ❤️❤️