Mini fanfic parte #3
- Nesa Serna
- 12 jul 2022
- 11 Min. de lectura
Narra Vicenta
No la he pasado bien desde que regresamos del operativo. Ser madre soltera y estar atravesando una crisis matrimonial no es para nada sencillo. Tengo tantas ganas de hacerme bolita en mi cama y echarme a llorar, pero mi nena no tiene necesidad de mirar a su madre tan débil. Ella merece que yo esté fuerte como un roble hecho de titanio y por ello me obligo, día a día, a fingir sonrisas que muchas veces no siento.
No obstante, la fiesta que el capitán Jordan ha organizado me tiene demasiado contenta. Por primera vez desde que terminó el operativo de los Jäger siento que respiro, que puedo ser una simple mujer de veintitrés años que irá a una celebración de Halloween con sus amigos. Es como si de pronto la Vicenta traumada no existiera, sino la Vicenta jovial, energética y aniñada.
Es por eso que, al salir de la central, voy a la guardería donde está mi preciosa hija. Decidí traerla aquí conmigo en vez de contratarle una niñera en casa pues aquí la tengo vigilada siempre. Gracias a que Jesús me instaló una aplicación de las cámaras del aula donde se la pasa mi Elaine, puedo ver absolutamente cada actividad que ella hace y puedo decir que me la tratan bien.
Ser madre no es fácil, de hecho, es lo más difícil del universo porque no hay manuales que te enseñan en cómo no cagarla, pero intento poner de mi empeño ya que no deseo criar a una niña rota o infeliz como yo lo fui en aquella casa. Por eso intento comprarle todo lo que le gusta, la mimo hasta más no poder y duermo con ella cada noche porque no le gusta estar sola.
Una grande sonrisa se desplaza en mi boca cuando llego a la guardería. Mi rubiecita viene corriendo al mirarme lo cual me acelera el corazón.
—¡Mami bonita! —dice en medio de un grito jovial que me inyecta felicidad. Me acuclillo para recibirla en mis brazos olisqueando su aroma.
—Hola, mi princesita. ¿Cómo estás?
—¡Bien! Pero tengo hambre. ¿Me llevas a comer?
—Por supuesto que sí, Ela. Vamos.
Cargo a mi hija en brazos y ella pega la mejilla junto a la mía. Empieza a contarme sucesos que miré en mi celular, como ella hablando con un pequeño niño de su edad que le regaló una paletita y de su maestra que le enseñó los colores. Uno a uno, me los va cantando con su bonita vocecilla y luego me aletea esas hermosas pestañas rubias tupidas que tiene dejándome deleitar de los ojitos idénticos a los míos que tiene.
Doy un giro haciendo que su coleta se mueva al compás del viento mientras una risita escapa de su pequeña boca. Le lleno los cachetitos de besos porque nunca tengo suficiente de ella, sin embargo, alguien irrumpir mi felicidad me frena en seco, es Cindy, mi cuñada.
—Mi abuelo quiere verla —espeta con la misma rabia que siento por ella ya que no se me olvida el como me expuso ante toda la tropa cuando dijo que Santiago y yo éramos amantes.
—Dile a tu abuelo que se meta las ganas por el rabo —le gruño y Elaine ríe—. No la verá hoy, mañana, ¡ni nunca!
De mala gana la hago a un lado, pero la imbécil me toma del cabello lo cual me enerva por lo que mi cuerpo gira con rapidez a la par que mi pie se alza para golpearle la mandíbula. Cindy cae al piso con brusquedad y Elaine aplaude más que eufórica.
—¡Mami es un ninja! —exclama mi pequeña sin realmente pensar que lo que he hecho es un acto violento, pero esa perra se lo ganó y no tendré consideración con nadie que busca joderme. Así que me alejo de ella escuchando sus protestas—. ¿Me enseñas a hacer eso, mami?
—Cuando lleguemos a casa, princesa —vuelvo a besar su mejilla—. Primero vamos a comer y luego nos iremos de compras a Reynosa.
—¡¿De compras?! —sus ojitos grises se iluminan en asombro al tiempo que los cachetitos se le ruborizan.
—Sí, Ela. Mami tiene que comprar un vestido que se parezca al de la princesa Bella y tú me ayudarás.
—¿Me comprarás a mí un vestido también, mami?
—Por supuesto —le sonrío y sigo caminando fuera de la base ya que no poseo auto y el lugar donde la llevaré a comer está a diez minutos de caminata—. ¿O prefieres un vestuario de ninja?
—Uno de ninja mejor. ¡Es más cool!
Suelto una risa porque ella es tan parecida a mí incluso cuando estuvimos años separadas. En cierto punto de la caminata la bajo cuando me lo pide. Elaine pega brinquitos que me entretienen porque es una cosita bella que no puedo dejar de mirar. Saco el móvil para grabarla ya que deseo inmortalizar cada momento a su lado, ella parece intuir lo que hago porque se da la vuelta para posar. Es muy fotogénica.
Llegamos al bonito restaurante de comida china. Elijo una mesa cerca de una grande ventana ya que me gusta ver al exterior. Elaine toma asiento frente a mí, observa todo con mera curiosidad y luego aplaude cuando la mesera nos da el menú.
—¿Lucian te sacaba a comer en Washington? —le pregunto, queriendo saber más de su vida con el presidente de Estados Unidos.
—¡Sí! Me llevaba siempre a McDonald’s y Chucky E. Cheese.
—¿Lo quieres? —indago un poco más, sintiendo los celos brotar de mi pecho porque es injusto que me haya perdido tantos años de su vida. No la vi gatear, ni caminar, tampoco escuché su primera palabra ni llanto. Esteban me arrebató tal oportunidad y por ello deseo tanto asesinarlo.
—¡Lo amo, mami! Pero te amo más a ti y a papi.
La punzada de celos no disminuye, sino se aviva porque no quiero que ame al monstruo de su padre, sin embargo, tal sentimiento no puedo arrancárselo por más que lo desee ya que me guste o no, esté de acuerdo o no, Elaine carga con el ADN de un Morgado.
«Carga sangre de monstruos».
Hacemos nuestros pedidos. La mesera no demora tanto por lo que pronto estamos comiendo. Mi hija decide sentarse a mi lado y pide que le corte en pedacitos pequeños el pollo dulce así que lo hago. Incluso la mimo alimentándola procurando que coma un poquito de todo. Pese a que comí demasiado en mi oficina, termino engulléndome el plato entero de comida china ya que nunca tengo suficiente. A veces siento que en otra vida fui un trailero obeso tragón.
Una vez que terminamos pido un taxi el cual nos lleva a la ciudad vecina para iniciar la búsqueda del vestido amarillo tan característico de la bella. Con Elaine en brazos recorro el centro comercial. Mi nena de tanto en tanto me hace detenerme frente a locales donde hay juguetes pues al parecer tiene un gusto por las barbies y bratz.
Para cuando llegamos a la boutique de vestidos estoy con dolor de cabeza, pero apenas miro las hermosuras en los maniquíes, revivo. Hay de todos los colores y tamaños, unos son simples como vestidos de noche y otros son los típicos que usan en quinceañeras y bodas. Lentamente recorro el local hasta que me detengo frente a un vestido amarillo enorme que me embelesa. La parte superior es un corsé sin tirantes con forma de un bonito corazón que seguro resaltará mis pechos. Tiene decorados en forma de florecillas en toda la parte frontal que me encanta y luego se expande en la parte inferior con un bonito esponjado de tul.
Puedo visualizarme dentro de él portando una corona incluso cuando el personaje no lleva una, pero Jake dijo que no necesariamente tiene que ser un vestuario idéntico, sino algo que se le asemeje e incluso puede llevar modificaciones. Es por eso que pido me tomen las medidas para que me lo hagan. La señorita de la boutique me pide que me ponga recta e inicia a medir cada parte de mi cuerpo con una cinta métrica negra. Cinco minutos es lo que se demora, me pregunta si deseo hacerle modificaciones al vestido que miré a lo cual niego ya que es perfecto.
—¿Para cuándo puede tenérmelo?
—En cinco horas estará listo, señora —me dice a lo que asiento—. ¿Lo quiere enviado a domicilio o vendrá a recogerlo personalmente?
—Vendré a recogerlo —le sonrío.
—Excelente. En ese caso venga conmigo, le haré el cobro del vestido.
La sigo entregándole mi tarjeta donde veinte mil pesos se me van ya que es un vestido caro, pero no importa. Jamás he gastado tanto dinero y hoy será la excepción incluso si me quedo sin comer durante unas semanas.
Mientras ella me hace el cobro, miro el catálogo de tacones pidiéndome unos del mismo tono, pero de altura baja. Cuando ya ha terminado recibo mi tarjeta de crédito la cual guardo en mi bolso, tomo el ticket y salgo de esta boutique para ir a la siguiente donde hay ropa exclusiva de niñas.
Elaine pega un gritito de emoción al mirar la infinidad de variedades que hay. Es así como se me van horas a su lado mientras ella me modela todo lo que le gusta. Descubro que es una pequeña diva de la moda, para todo hace poses y pregunta si combina con sus ojitos y cabello lo cual me divierte. Al final termino comprándole veinte cambios de ropita junto a zapatitos que la hacen lucir como una verdadera princesa.
—Muchas gracias por mi ropa, mami —dice ayudándome a cargar sus bolsas. Se ve tan curiosita con ellas en sus pequeñas manitas.
—Gracias a ti por ser mi compañera de compras, princesita. ¿Te divertiste?
—¡Sí! Mi parte favorita ha sido la comida.
Suelto una carcajada ante lo que dice.
Sí, definitivamente es mi hija.
Para las cinco de la tarde ya estamos en la casa. Me siento exhausta, adolorida, los talones están matándome, la espalda ni se diga y la cabeza me ha empezado a punzar, incluso tengo demasiado sueño así que, para recuperarme un poco decido tomar una siesta con mi nena disfrutando de la soledad que hay en este lugar que odio y desearía quemar para luego demoler.
No es que la casa esté fea, de hecho, es demasiado espaciosa, lujosa y cómoda a comparación de las demás que están en la base militar, sino que la aborrezco por el simple hecho de que aquí he pasado tanto infierno que puedo incluso escuchar todo el llanto, todas las suplicas y todos mis gritos hacer eco por las paredes.
Unos sonidos que ninguna adolescente, ninguna mujer, debería siquiera emitir, pero que, desgraciadamente, me tocó.
Elaine se recuesta a mi lado acurrucándose contra mis pechos mientras yo la abrazo porque no deseo soltarla ya que si lo hago me la van a quitar, tal como me la arrebataron cuando apenas salió de mi cuerpo. Mis ojos empiezan a arder ante ese recuerdo porque es como si todo fuese reciente.
—¡Es una niña! —grita la enfermera que ayuda al doctor Antonio Morgado, el tío de mi esposo.
Dejo de chillar y me alzo con mis codos para ver a la bolita llena de sangre que han sacado de mi vagina y la cual está envuelta en una sábana amarilla. Estoy sudorosa, adolorida, pero verla, escuchar su llanto, me aviva. Esbozo una sonrisa sintiendo como mi corazón empieza a latir con fuerza cuando veo el agite de sus manitas. Son tan pequeñas y hermosas que deseo besárselas.
—Q-Quiero sostenerla… —musito extendiendo mis brazos, pero no me hacen caso lo cual me rompe—. Por favor… Déjenme sostenerla.
—Tenemos órdenes estrictas, señora Ferrer.
—Por favor… —hipeo, mi labio inferior temblando. Muevo mis brazos para que los vean—. Solo quiero sostenerla, por favor…
—No.
—¡Por favor dénmela! ¡Es mía! —empiezo a gritar, sintiendo que la vida se me va porque no me la quieren dar. Sin embargo, es en vano porque la malvada enfermera sale de la habitación con mi hija, rompiéndome en mil fragmentos.
Sé lo que pasará, él me lo dijo apenas se enteró de mi embarazo y yo de ilusa pensé que algo cambiaría, pero no. Están llevándose a mi preciosa nena.
No sé cuánto duermo, pero al despertar son las diez de la noche lo cual significa que tengo solamente una hora para cambiarme. Lentamente me remuevo, limpio mis mejillas húmedas debido a las lágrimas que solté. Veo a mi rubiecita, está abrazándome aún. No quiero soltarla, pero debo arreglarme. Así que, procurando no despertarla, me escabullo fuera de su agarre colocándole una almohada para que la abrace.
Camino a la ducha de puntitas donde me desnudo para ingresar bajo el chorro de agua tibia. Aquí me rasuro las axilas, exfolio la piel y aseo absolutamente todo.
Salgo secándome de forma apresurada para luego pasarme la secadora en el pelo. Este lo arreglo lo mejor que puedo de modo que termino con bonitas ondas. Medio me maquillo el rostro, me echo perfume, desodorante y corro en busca de mi vestido descubriendo que no es un vestido como tal, sino un conjunto de dos piezas; el corsé y la falda esponjosa. De regalo vienen unas bragas amarillas junto a un ligero y bucaneras color negro.
El calor se me sube al rostro porque jamás he usado ropa tan sexy. Aun así, me la pongo. ¿Para qué? Realmente no sé, pero noto que cada prenda se ajusta a mis curvas haciéndome lucir realmente sensual, como una fantasía. El corsé, tal como lo pensé en la boutique, me abomba los pechos haciéndolos lucir más grandes de lo que son por lo que la grasita en mi abdomen, brazos y espalda se disimula. Coloco las bragas de encaje amarillas, después las bucaneras, estas las deslizo por mis piernas notando que la tela es suave. Me llegan justamente a las rodillas que es donde coloco los pequeños clips de los ligeros lo cual me realza erotismo.
Me doy una vueltita frente al espejo notando como toda mi figura, pese a que es imperfecta, llena de cicatrices y estrías, se ve hermosa.
Yo me veo muy hermosa.
Tomo la parte inferior del conjunto, que es la falda esponjada, y me la coloco despacio y sin prisas procurando no dañar lo esponjado ya que es hermoso y temo romper la tela. Lo que veo frente al espejo me deja anonadada porque en mi vida me había visto tan preciosa, tal como las princesas. Como plus al disfraz coloco una tiara que viene de regalo, es color plata y contrasta perfecto con el color amarillo del vestido. También me pongo los aretes y para finalizar un choker amarillo.
Me calzo los tacones y miro sobre mi hombro a la cama. Elaine sigue dormida, ella no irá pues la fiesta no permite niños, es por eso que, cuando escucho el timbre, salgo corriendo a la puerta procurando no caer con mis tacones y largo de la falda esponjada. Es mi tío quien trae películas en mano y una bolsa de lo que huele a comida chatarra. Sus ojos se abren en asombro al mirarme.
—Estás… ¡Guau! ¡Estás preciosa, hija!
—¿Sí parezco princesa? —pregunto con el rubor quemándome la piel.
—Pareces una auténtica diosa, mi vida. —Que me diga esto me hace sonreír porque las historias de Disney es algo que me duele mirar. ¿La razón? Cada una de las princesas han tenido sus finales felices con el príncipe de sus sueños y yo no. A mí me han tocado villanos y monstruos, pero jamás un príncipe que trate con dulzura y delicadeza—. ¿En qué irás al comando?
—Pediré un taxi, tío.
—Tonterías —me dice sacando unas llaves de su pantalón—. Ten, maneja mi auto, hija. Solo no lo estampes contra otro que aun no renuevo el seguro —ríe y voy a él para abrazarlo. Lo amo tanto.
—Muchísimas gracias, tío Au.
—Es un placer, mi cielo. —Me da un beso en la cabeza—. ¿Y la niña?
—Está dormida.
—Oh bueno, entonces me toca comer solo —se ríe encaminándose al sofá para esparcir su alimento chatarra sobre la pequeña mesa de centro. Mi estómago gruñe ante las delicias que miro. ¡Dios! No es normal tener tanta hambre—. Diviértete mucho, te lo mereces.
Como una pequeña muevo mi cabeza en afirmación y emprendo mi huida a su auto en medio de esta bonita noche donde la grande y gorda luna ilumina mi camino.
«Por favor dame una noche de princesa, aunque sea hasta medianoche», pido a la señora Luna mientras avanzo por la avenida principal.
¡Hola, hola! Aquí vengo con la parte 3 del mini fanfic jejeje Creo que solo tendrá 4 o 5, aún estoy decidiéndolo. Por lo pronto, disfrutemos de esto y revivamos las emociones que nos dan nuestro coronel y capitana.
¿Qué les pareció?
Me fascinó. Pero si me siento mal de que Vicenta tenga una hija con Esteban y que este se la arrebatara cuando nació, siento que la niña la ataría más a Esteban.😩
Me encantó 💕 😍
Amo esto dios 🥰🥰🥰